- País no está listo para atender a población que no es del todo ciega pero tampoco puede valerse de sus ojos
- Se estima que en el país hay unas 49 mil personas en esa condición
Octubre, 2014. Miles de adultos mayores viven en lo que podríamos llamar un limbo visual, no se catalogan como ciegos, sin embargo, únicamente perciben la luz y algunas formas.
Clínicamente se denomina baja visión y describe a personas que poseen un compromiso de su función visual, aun después de recibir tratamiento médico, quirúrgico o corrección refractiva convencional (anteojos o lentes de contacto). Se estima que en el país hay unas 49 mil personas en esa condición, principalmente adultos mayores.
El 40 por ciento de estos casos pudo prevenirse con atención médica oportuna, ya que se dan por enfermedades como cataratas. Pero las listas de espera que se originan en los hospitales públicos, a donde acude la mayoría de pacientes, complica y compromete la vista de miles de personas con más de 65 años.
Enfrentar este problema de salud pública es todo un reto para un país como el nuestro, que envejece a un ritmo acelerado, se estima que en 10 años nuestra población de adultos mayores rondará los 900 mil.
A pesar de esa necesidad de planificación Costa Rica carece de estudios específicos sobre los costos e implicaciones de la baja visión, tomando en cuenta aspectos tan amplios como el social y productivo.
Con este panorama de por medio un grupo de médicos desarrolló una investigación para analizar la baja visión desde sus causas y posibles formas de atacar la enfermedad, así como los cambios que debe asimilar el entorno del paciente.
“No se puede decir que la población con baja visión obedezca a la lenta atención en los hospitales de la Caja, sin embargo, si a un paciente con cataratas le programan su cirugía para dentro de 5 años, hay un tema que tenemos que revisar”, así lo afirma el doctor Allan Mora optometrista y Máster en Epidemiología, quien encabezó este estudio.
Mora va más allá y asegura que una vez que se diagnostica la baja visión el paciente debe recibir ayuda interinstitucional y no únicamente un par de anteojos ya que tanto el paciente como su entorno deben adaptarse a una realidad muy distinta.
”Lo digo y lo sostengo antes de un optometrista el paciente con baja visión debe ir con un sicólogo que lo ayude a aceptar su condición de lo contrario pasara de doctor en doctor buscando una alternativa, en lugar de aceptar que su estado no mejorara, puede empeorar pero nunca mejorar. Por otro lado está el asesoramiento para familiares y cuidadores para evitar que incurren en agresión o practicas como sentar al anciano frente a un televisor todo un día sin entender que no ve nada” puntualiza el epidemiólogo.
Si bien este estudio se desarrolló geográficamente en Pérez Zeledón arroja resultados importantes de destacar que involucran diferentes aspectos sobre la baja visión que van desde prevención, formas de sobrellevar el padecimiento y la necesidad de mejorar las políticas públicas en el abordaje de este tema.